La cucaracha feliz o el Acopalipsis según un Margarita (o con más de uno)

Cuando Heinz entró por primera vez en la aldea, sus 15 habitantes y medio, se quedaron deslumbrados. No era por el brillo de sus dientes, chapados en oro, ni por los brocados plateados de su capa, ni por las lentejuelas de su sombrero mexicano. Era porque su madre les apuntaba con un foco para resaltar a su hijo. Y es que Heinz había abandonado el mundo del corazón por el de la poesía. Después de oir un recital de Cálico Electrónico se había emocionado tanto, que empezó a ver florecitas y mariposas alrededor, y vio que su futuro pasaba por el mundo trovadoresco. Así que se enfundó sus mallas verde pistacho, su capa con brocados, y su sombrero mexicano con lentejuelas y salió a recitar a la calles de Syphon Valley:
"Syfilíticos, syfilíticos, que grrran tarrrde hace hoy aquí,
me dan ganas de tomarrrrme un Nestí (Nestea, para los que sepan inglés),
y si está carrrrgado de hielos tendrrra pedigrrrí"
Entonces se encontró con tres grandes problemas: el primero, es que el poema era francamente penoso. El segundo, es que a ningún ciudadano le gusta que le llamen sifilítico, pese a ser su gentilicio (de ahí se deduce el porqué de la belicosa historia de Syphon City). Y el tercer problema era que debido a su acento, lo único que se había entendido era: "Syfilíticos, Syfilítocos, que GRRRGRRRGR....". Así, que se entiende que tuviera que huir de su ciudad a toda prisa con su madre (que era la única que podía pagarle el viaje). Y así llegó Heinz a Tutifruti.
Nada más poner un pie en el pueblo (bueno, eso y arrearse dos Margaritas en el bar), quiso saludar a los lugareños con uno de sus famosos (en Syphon City) versos:
"Tutifrrrutis, tutifrrutis, que playas con más intrrríngulis,
me rrrrecuerrrrdan a un capítulo de los Frrrruitis"
Antes de que los hawaianos pudieran volver a colocarse su dislocada mandíbula, de que pudieran poner sus piernas en posición "Huída", o incluso curarse el trastorno psicótico-ezquizofrénico que les habían causado, la tierra empezó a temblar. Primero fue un suave murmullo, apenas imperceptible, luego un agresivo rumor, y por fín un atroz rugido desde las profundidades del subsuelo (aún más abajo que el párquing de la aldea).
De pronto una sombra negra apareció desde la orilla, destrozando la gran antena parabólica de la aldea que permitía a los aldeanos ver la liga (eran muy modernos, estos hawaianos). La sombra, inmensa, oscureció toda la aldea. Era la cucaracha de la muerte!! Un engendro robótico volador con forma de cucaracha, que tenía pintado una tonta sonrisa en el puente de mandos. Este prodigio armamentístico soviético llevaba enterrado años debajo de la aldea. Los armónicos de Heinz habían resonado en el ordenador de a bordo y el gran robot había despertado. Heinz, eufórico, vio en la cucaracha de la muerte la posibilidad de que sus versos se oyeran en todo el mundo (a la vez), gracias a sus mega-subwoofers que tenía a ambos lados. Además, la cucaracha de la muerte tenía incorporado un gran surtido de armas biólogicas: pomelos, ¿a alquien lo gustan los pomelos? ¡No! La gente huía, las ciudades se despoblaban ante la mera visión de un pomelo, por no decir de se degustación...¡era terrible! ¡Qué gran arma biológica!
Los 15 aldeanos y medio intuyeron que su final se acercaba, si no hacían algo para evitarlo...así que mediante señales de humo (no eran tan modernos, estos hawaianos, por lo que se vé), avisaron al equipo de superhéroes J&B. Eran Jarry y Chucky, pero como les gustaban esas siglas, Chucky se cambió el nombre a Boky. Pues sí, Jarry y Chucky después de destruir el departamento de Farmacología de la Universidad de Navarra, se cargaron de paso el de Patología General, y la visión de media universidad ardiendo...les hizo entender que tenían que salvar al mundo! Y eso hicieron, pero en otro capítulo.